En la tarde del 12 de abril de 1922, Miércoles Santo, una alarmante noticia comenzó a propagarse por la ciudad de Toledo: el reformatorio de adultos de Ocaña estaba siendo devorado por un gran incendio. En Zocodover, numerosos toledanos que habían asistido al Miserere cantado en la Catedral se concentraban deseosos de conocer detalles de cuanto ocurría. El gobernador civil, señor Martínez de Avellanosa, informaba de que el fuego se estaba propagando de forma extraordinaria y creía que el penal quedaría convertido en un montón de cenizas.
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